Este libro promete ser el próximo best-seller internacional, como en su día lo fue El código Davinci. Todo el mundo lo leerá y hablará de él tomando el café. La gente lo pedirá al Círculo de Lectores y se apiñará en montones en los grandes almacenes. Esta mañana mismo, la siempre controvertida Ana Rosa (¿es casualidad, que en estados unidos hiciese lo mismo, la Ana Rosa americana, Ophra?) se lo ha de recomendado a Gallardón.
Por supuesto que no he leído El Secreto. Por supuesto que no lo voy a leer. Yo no estoy aquí criticando algo que no he leído. Estoy criticando la actitud detrás de querer VENDER, y de COMPRAR, un libro y un DVD con ese contenido.¿Leyes de la Atracción, dicen? A ver si es cierto…
Digo, libros son libros y el libro es cultura, pero cuando estos tipos escriben cosas afirmando que medias verdades y medias ciencias son certezas y que su intención es enaltecer el espíritu humano y disminuir la ignorancia por extensión, pues no, no va por ahí.
El Código Da Vinci está como que en medio de lo que se afirma como ficción y como no ficción. Todo un caso. Toda una industria. Todo un negocio.
Lo que tienen en común estos autores es que todos encontraron un filoncito productivo, todos ellos, de libros que pregonaban decir la verdad y que a final de cuentas no lo hacían. Pero que divertida se dieron mientras vendían tiradas y tiradas de volúmenes, ¿eh?
El libro del cual todo el mundo me habla, El Secreto, de una tal Rhonda Byrne, ex ejecutiva de producción de televisión australiana, que primero sacó el DVD, un documental que terminó después de mucho estira y afloja por la TV australiana pero al que le vieron cierto potencial, luego apareció el libro el año pasado.
Esto es no querer ponerme en contra de un gran grupo de personas que prefieren dejar de ser críticos más allá de aceptar un marketing “cultural”. (“Lo leo porque está de moda, está de moda porque lo leo”). Y luego afirman que al menos la gente está más positiva y optimista frente a sus dificultades.No digo que haya problemas con el pensamiento positivo, o hacia la actitud que te va empujando hacia delante a fuerza de siempre ser optimista aunque por dentro te esté llevando la tristeza. “Al mal tiempo, buena cara” no es frase mala, o vacía, o hueca, ni encierra un falso optimismo. Esa actitud refleja una recarga de energía frente a la mera dificultad. No todos pueden. Los que la consiguen, la “buena cara” tal vez no les cambie el panorama pero lo aceptarán con más serenidad y podrán pensar con más claridad hacia como resolver sus obstáculos.
El libro se seguirá vendiendo como plan caliente. Seguirá siendo industria. Al menos, querida AR, este libro lo ha escrito la misma persona que lo firma. Un detallazo hoy en día.